En la actualidad, muchas personas que practican algún deporte o (peor aún) que no realizan una actividad física adecuada, recurren al consumo de suplementos nutritivos a base de proteínas, como una forma milagrosa para desarrollar masa muscular.
La realidad es que, la toma de este tipo de suplementos es una decisión de
responsabilidad y siempre debe realizarse de acuerdo con una necesidad objetiva, valorando la carga de trabajo (entrenamientos más o menos intensos), altura, peso y demás variables.
Las proteínas se componen principalmente de bloques estructurales denominados aminoácidos, que realizan una gran variedad de funciones en el organismo, tales como desarrollar y mantener los músculos saludables. También tienen la capacidad de eliminar la grasa, transformándola en masa muscular, aunque no son un producto adelgazante ni mucho menos, ya que esto sólo ocurre cuando se combina con una dieta sana y ejercicio adecuado.
Sin embargo, un aporte descontrolado de estas sustancias puede ocasionar problemas en el organismo, algunos de ellos realmente graves.
Para mantener una musculatura normal, se necesitan 0,8 gramos de proteína por kilo de peso al día; pero si se consumen más de dos gramos, los riñones la pierden a través de la orina. A largo plazo, esta pérdida se mantiene, y aunque se vuelvan a consumir cantidades normales, las personas ya no son capaces de retenerlas y el organismo va perdiendo las proteínas necesarias para su funcionamiento. Esto, con los años, puede llevar a una insuficiencia renal.
El exceso de proteína, debido a un consumo irresponsable e innecesario, puede ser la causa de numerosas enfermedades, así como de trastornos en los riñones o el hígado, ya que estos órganos son los encargados de eliminar las sustancias de desecho que generan las proteínas, como el amoniaco, la urea y el ácido úrico.
Otro problema bastante común asociado a un consumo excesivo de estos productos son las enfermedades cardiovasculares. Esto es porque las proteínas, sobre todo las de origen animal, contienen grasas saturadas que aumentan el nivel de colesterol circulando por venas y arterias, con el consiguiente peligro que ello conlleva.
Además, numerosos estudios han demostrado el potencial carcinógeno de ciertos compuestos formados con proteínas y otras moléculas, así como de sustancias derivadas de las mismas proteínas.
El cuerpo humano es una balanza perfecta. Cualquier abuso de la sustancia que sea, y por muy beneficiosa que nos parezca, siempre nos va a repercutir negativamente en determinados aspectos de la salud.
Y es que no todos los suplementos a base de proteínas se producen del mismo modo. Muchos de ellos contienen algunos ingredientes al menos cuestionables, como el aspartame, la sacarina, la fructosa y algunos colorantes artificiales, productos que tomados en exceso son poco recomendables para la salud.
Si se consume o se planea consumir un suplemento proteico, es importante tomar en cuenta que:
- El producto sea fabricado por una marca de reputación, que se preocupe por la composición y por cómo afecta al organismo.
- Preferir los productos endulzados con ingredientes naturales en vez de los endulzados químicamente con ingredientes que no darán lugar al crecimiento muscular y la reducción de grasas.
- Hay que evitar aquellos que contengan carbohidratos refinados, como la fructosa, la sacarosa o el jarabe de arroz integral.
- Si es una proteína a base de suero, es ideal consumirla por la mañana, antes y después de entrenar, porque es de rápida absorción, rica en aminoácidos ramificados, que favorecen la síntesis de las proteínas.
- Si es de la fabricada a base de caseína, será mejor tomarla por la noche o cuando el cuerpo tiene que descansar, porque ésta es de lenta absorción y reduce el catabolismo proteico muscular, es decir, evita la pérdida de masa muscular como consecuencia de un sobre entrenamiento o una mala alimentación.
