7 formas de afrontar el estrés durante la pandemia

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Si bien el estrés es un componente normal en nuestra vida (porque es una respuesta que tiene el ser humano para hacerle frente a amenazas que lo ponen en peligro), puede convertirse en un factor que daña la salud.

En la actualidad, las principales fuentes de estrés son de tipo social: vivimos en un mundo con altas demandas laborales y familiares, con un ritmo de vida acelerado. Y a esto hay que añadirle la situación desatada por el coronavirus, algo excepcional que genera incertidumbre sobre el futuro, la salud, la economía…

Así que, estamos en un tiempo que propicia bastante la generación de estrés (aislamiento social, incertidumbre y una mayor carga de trabajo). Y si bien disponemos de mecanismos para hacerle frente, el impacto que tenga dependerá de cada individuo.

¿Qué problemas puede causar?

Cuando el estrés nos hace sentir que la situación es incontrolable, se produce un aumento de una de las hormonas del estrés, el cortisol, que aunque es necesario para regular varias funciones del organismo, cuando no está en equilibrio afecta al sistema inmune y a procesos como la neuroplasticidad ( la capacidad del cerebro para cambiar y adaptarse a nuevas experiencias).

Y aunque el estrés puede producir problemas cardíacos, digestivos, inmunológicos…, sin duda el cerebro suele ser el más afectado. Los cambios en el cerebro pueden ser responsables de la aparición de numerosos trastornos neuropsiquiátricos, como el trastorno de estrés postraumático, la ansiedad y, sobre todo, la depresión.

Además, la exposición al estrés también modifica el comienzo y el curso de muchas enfermedades neurodegenerativas, entre ellas la enfermedad de Alzheimer, que entre otras cosas se relaciona con alteraciones inflamatorias y de la plasticidad nerviosa.

Por lo tanto, debemos propiciar la realización de actividades y la formación de hábitos que nos ayuden a afrontar las situaciones que nos causan estrés, con el fin de que nuestra salud se vea lo menos deteriorada debido a esta causa. Aquí te dejamos algunos consejos.

1. Dieta adecuada

El desarrollo de buenos hábitos alimenticios constituye una medida aconsejable para la prevención del estrés. Si tenemos un excelente equilibrio energético podremos responder de forma más eficiente a las demandas de nuestro entorno, lo cual nos evitaría el desarrollar problemas (y con ello, situaciones de estrés).

La dieta mediterránea, que toma como base el aceite de oliva, la fruta, los cereales, el pescado y las carnes magras, es una de las mejores que pueden seguirse para adquirir todos esos nutrientes que el organismo necesita, específicamente aquellos requeridos por el sistema nervioso.

2. Hacer ejercicio

Es aconsejable la realización de ejercicio de manera habitual ya que, además de aumentar la resistencia física del individuo a los efectos del estrés, potencia la resistencia psicológica. De hecho, el ejercitarse nos obliga a desplazar la atención de los problemas psicológicos y nos permite el descanso y la recuperación de la actividad mental desarrollada.

Y el encierro no debe ser excusa para no ejercitarse: la pandemia ha propiciado que muchos gimnasios, entrenadores personales y hasta aficionados compartan rutinas de ejercicio que pueden hacerse sin salir de casa y sin necesidad de tener equipo (mancuernas, pesas, bandas, discos, barras…). También ya existen muchas aplicaciones centradas en la actividad física.

3. Técnicas de relajación física

Estas técnicas intentan aprovechar la conexión directa entre el cuerpo y la mente. Según las teorías que las inspiran, las personas pueden aprender a reducir sus niveles de tensión psicológica (emocional) a través de la relajación física, aun cuando persista la situación que origina la tensión.

Una de las más populares es la relajación muscular progresiva de Jacobson, la cual se basa en hacer un recorrido por los grupos musculares y relajarlos de forma paulatina.

4. Técnicas de control de la respiración

Las situaciones de estrés provocan habitualmente una respiración rápida, lo que implica un uso reducido de la capacidad funcional de los pulmones, una peor oxigenación, un mayor gasto y un aumento de la tensión general del organismo.

Las técnicas de control de la respiración facilitan el aprendizaje de una forma adecuada de respirar bien para que, en una situación de estrés, se pueda controlar la respiración de manera automática.

5. Técnicas de relajación mental y meditación

La meditación estimula cambios fisiológicos de gran valor para el organismo, puesto que pretende que la persona sea capaz de desarrollar una serie de actividades que le permitan concentrar su atención y desconectarse de todo aquello que puede resultarle una fuente de estrés.

Videos en YouTube y libros dedicados a esta tema pueden ser la manera de comenzar a relajarte para soltar eso que te estresa. También, puedes consultar a expertos en yoga.

6. Apoyo social

Las relaciones sociales con otros individuos sirven a menudo de fuente de ayuda psicológica o instrumental. Un grupo social puede facilitar una mejor adaptación e integración; por tanto, es esencial el establecimiento y desarrollo de redes sociales que faciliten el apoyo social al individuo.

7. Distracción y buen humor

Fomentar la distracción y el buen humor es una buena medida para prevenir situaciones de ansiedad o para aliviarlas. Por eso, es bueno descubrir aquellas actividades que logran distraernos y nos hacen sentir bien, como los juegos de mesa, las pláticas con amigos, ver películas de comedia, contar chistes, etcétera.

Además de facilitar el desplazamiento de la atención de los problemas, contribuye a relativizar la importancia de los mismos.

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