Adelgazar es un reto necesario para muchas personas, principalmente para aquellas que tienen problemas de sobrepeso y enfrentan enfermedades como la diabetes, exceso de colesterol, reumatismo y trastornos cardiovasculares.
Y aunque para muchos sea indispensable bajar de peso, no se debe adelgazar a cualquier precio, porque se podrían causar, consciente o inconscientemente, daños al cuerpo que podrían resultar irreparables.
Seguir dietas milagro, recomendaciones de conocidos que no son nutricionistas o médicos, o simplemente alimentarse como creas que es lo correcto, puede desencadenar muchos problemas.
Habitualmente, una dieta “inadecuada” se caracteriza por la práctica de
algunos de los hábitos siguientes, que inciden peligrosamente en la
aparición de las más diversas enfermedades:
1. Monotonía en la dieta
La monotonía en la alimentación (comer siempre lo mismo, sin variar un día tras otro) siempre causa una deficiencia grave de nutrientes y, por contrapartida, un exceso de determinadas sustancias.
2. Formas de cocinado y de conserva de productos proteínicos inadecuadas o peligrosas
Cocer a altas temperaturas las carnes provoca una serie de reacciones nocivas para la salud. Hay que evitar también su tostado excesivo, así como los ahumados (no hay que abusar de barbacoas ni de pescados o embutidos ahumados).
Las frituras en aceites calentados por encima de su punto “crítico” (entre los 170 y 180°C, para casi todos los aceites) es otra práctica arriesgada de cocinado, ya que los buenos aceites vegetales se descomponen y generan sustancias tóxicas y cancerígenas. Recuerda que el aceite ideal para freír, y cocinar en general, es el aceite de oliva virgen, puesto que es el que aguanta temperaturas altas sin descomponerse.
Por otra parte, los nitritos han sido prohibidos como conservantes de
productos proteicos (las carnes, sobre todo), ya que en el medio ácido del
estómago reaccionan con las proteínas formando unas sustancias cancerígenas llamadas “nitrosaminas”. Se ha demostrado que la presencia de vitamina C (el ácido ascórbico, especialmente presente entre las frutas cítricas) frena la producción de estas sustancias.
3. Abusar del alcohol
Tomar alcohol en abundancia lleva siempre a un estado de desnutrición, dado que se disminuye usualmente la ingesta de alimentos, reduciendo la presencia de ciertas vitaminas en el organismo (especialmente la B1, tiamina, fundamental para la “limpieza” de elementos tóxicos que pueden dañar el corazón y el sistema nervioso).
También se causa un daño directo a las células del hígado. Su consumo prolongado aumenta el tamaño de esta víscera y la hace grasienta, lo que provoca su inflamación (hepatitis) y, en casos extremos, la destrucción de las células (cirrosis).
4. Escasez de vitaminas
Una dieta con pocas frutas y verduras resulta, irremediablemente, pobre en vitaminas. Y esto es peligroso por dos razones: primero, porque las vitaminas tienen un papel importantísimo (e insustituible) en la protección y “neutralización” de todo el organismo, y segundo, porque el cuerpo, por sí solo, es incapaz de producir la mayoría de las vitaminas… Sin vitaminas no hay salud.
5. Prescindir de minerales
Los minerales son los detonadores de la mayoría de las reacciones orgánicas, incluyendo todos los mecanismos del sistema inmunológico (la primera “línea de defensa” frente a las “agresiones” del exterior).
Una falta de minerales, en especial de hierro, zinc y selenio (fenomenal antioxidante), resulta siempre un factor de riesgo para contraer numerosas enfermedades.
6. Falta de fibra
La fibra vegetal se está revelando como un factor de salud fundamental, ya que actúa como una eficaz esponja que absorbe muchas sustancias peligrosas del intestino, eliminándolas del organismo. Asimismo, una dieta sin fibra conduce al estreñimiento, que se debe evitar a toda costa.
7. Costumbres peligrosas
Existe una serie de hábitos que pueden constituir por sí mismo factores de riesgo para no bajar de peso y causar otros problemas de salud. Por eso, vale la pena poner atención para saber si tienes alguno y corregirlo.
- Comer muy deprisa, sin masticar apenas, lo cual impide una buena digestión de los alimentos.
- Tomar alimentos y bebidas demasiado calientes, costumbre que daña directamente las mucosas.
- Cenar demasiado y muy tarde, lo que provoca que la digestión se haga más lenta, con un mayor tiempo de permanencia en el estómago, lo cual favorece la obesidad.
- Fumar durante y después de las comidas, como factor de riesgo añadido. Su efecto sobre la nutrición es aún más dañino debido a que los productos del humo del tabaco destruyen nutrientes, especialmente la vitamina C, que es la vitamina más “frágil” pues se descompone fácilmente con la oxidación y con la exposición de los alimentos a la luz o a temperaturas elevadas.
8. Consumir alimentos que se creen saludables
Esto sucede a menudo porque no se leen las etiquetas de los productos que se compran. Las personas creen que un alimento o producto es saludable porque así lo han pensado toda su vida, porque algún conocido lo mencionó o porque simplemente lo leyeron por ahí; la sorpresa viene cuando se dan cuenta que en realidad no es tan sano, debido a que tiene más azúcares, grasa o sodio de lo recomendado.
Por esto, siempre es recomendable leer las etiquetas o preguntarle a un nutriólogo para saber qué te estás llevando al estómago.

